Salgo, de All stars, sh/yor/s/cito (que quede claro que no sé como escribirlo) y camperita de algodón que supone ser negra pero quedó gris de haberla curtido tanto. Los auriculares bien calzados, termino de dar la última vuelta de la llave con ansiedad y me doy media vuelta para comenzar a correr, salgo, me voy, me voy, me fui. Como si algo me persiguiera. ¿De qué voy escapando? Honestamente no quiero ni pensarlo, si estoy escapando sería contraproducente ponerme a pensar en ello, hacerme el bocho al pedo, eso sí, eso, corro para no escucharme. Me desconecto, me deshumanizo, no siento ni el golpe de la suela contra el suelo.
En los auriculares no tengo mucha idea de lo que iba sonando, pero me acompañaba perfecto, de esas cosas que te descargás por descubrir y te termina saliendo bien la jugada.

Perdí la cuenta de cuánto llevaba corrido, no quería mirar hacia atrás, ya estaba lejos de mi casa y no estaba preocupado por volver aún.
Las personas a mi alrededor mirándome como si lo que estuviera haciendo estuviese errado o como si fuera corriendo -valga la redundancia- contra una norma preestablecida, se ve que la gente ya no corre mucho con la ropa que normalmente usa, se producen hasta para estar cómodos; lejos de la gente mi cabeza, mi cabeza hecha un caos, un quilombo, un meollo de cosas que no desenredaban en nada, eran eternos desacuerdos argumentados en la nada, un fugazi.

Ya comienzo a sentir mi cuerpo un poco más cansado. ¿Ya habrá pasado todo el shock emocional?
Voy a una velocidad que jamás creí agarrar, de fondo la música que acompañaba y me invitaba a seguir subiendo el ritmo; las luces comienzan a ser gusanos en el aire, las cosas se difuminan ante mi vista y yo me pregunto: ¿qué pasaría si todos quedásemos ciegos? Si nadie viera más, ¿nos seguiríamos arreglando? ¿Seguiríamos emitiendo un juicio de amplio -y volátil- valor según cómo se vean las personas?
"Será que la belleza es una pretensión de la vida" pensé en voz alta para evitarme discusiones conmigo mismo -aunque en realidad no entienda mucho qué me quise decir-.

Se siente el bombeo de los latidos en todo mi cuerpo, la sangre fluye con tanta fuerza que comienza a afectar un poco mi coordinación, pero no pienso bajar el ritmo, me sigo presionando hasta conocer mi límite. Llevo poco más de un kilómetro y medio sin parar y manteniendo un ritmo rápido (no sé si eso es mucho, para mí es una cosa impensable, no corro ni el bondi).
En el plano de mi visión el piso: el amarillo del alumbrado público dando de lleno sobre el negro lúgubre y mugriento del asfalto, en alguna piedra o vidrio rebotaba la luz de la calle y el efecto visual parecía jugar con mis ojos. Ya no estaba corriendo por ganas, sino por instinto; había olvidado como parar.
¿Y si entonces esto de correr fuese como retroceder en mi vida cotidiana? Me voy olvidando de mis costumbres, voy perdiendo la capacidad de reaccionar ante una simple decisión como parar; nunca creí que lo de deshumanizarme fuese tan literal.

Sigo, ya parezco un animal, la campera la perdí quién sabe cuánto atrás -no se les ocurra preguntarme tampoco cuánto vengo corriendo, porque no voy a saber responderlo- la remera marrón entallada a mi desnutrido cuerpo que tenía puesta debajo estaba llena de lamparones de sudor y estaba más caliente que el mismísimo infierno.
Quería arrancarme la piel, salirme de mi cuerpo, no podía soportar más estar en este envase. Sentía cómo mi ser se iba filtrando por todas las cavidades de la cara, como si se me escapase al universo.
No había buses, no había taxis, no había autos, creo que a esta altura ya no había ni gente. ¿A dónde se fueron todos? ¿Nos habremos dado cuenta ya de cómo la rutina nos tiene presos en nuestras casas o fuera de acá, del mundo real?

Un pibe en la esquina me pregunta la hora y yo tan solo atino a balbucear perdón. Es que no llevaba celular ni tenía la capacidad suficiente en ese momento como para decirle la hora -si es que lo tuviese, repito-.
No resisto más mi cuerpo. ¿Le habré ganado a Forest Gump? Nah, el tipo conoció a Steve Jobs y jugó ping pong con un chino de verdad, me ganó hace rato en la vida, pero yo hace rato ya que no vivo, porque estoy corriendo; estoy seguro que corriendo le gano. Forest pecho frío, frío, hablando de frío, ¿por qué tengo fría la espalda?

Y fue luego de esa pregunta que dejé de sentir mi caminar, dejaron de responderme, no sé qué ocurrió pero vi mi vida como si fuera un video mal filmado, sentí mi cabeza tronar contra el pavimento y volver a subir por si aún no había sido suficiente. ¿Ese era mi límite? ¿Me habré deshumanizado? Qué se yo, si vengo colgado desde que dije fugazi. ¡Qué linda palabra! Fugazi, fugazi, figazza.

Mis latidos dejaron de bombear y mi cabeza paró de correr...
Te llevás el mundo de esa manera,
y no te lo quiero preguntar.
Si vos entendés 
todo esto que me agobia,
vos entendés las cosas que 
no se entienden.

La persona que no tiene 
y te entiende, 
y te ve, 
y te dibuja, 
y te sueña.
Porque ¿quiénes somos?,
¿Cómo es que somos todo esto 
si no somos?

Qué despacio caminás. 
Me gustás y me hablás y
me decís cosas tan normales, 
y tan distintas a las palabras.

Yo te vi en esta cabeza,
te vi pensando y caminando 
por el roce de las extremidades.
Estabas haciendo esas cosas que los humanos hacen, 
nadie entiende nada 
y todos hacen todo.

Te estoy diciendo que no sé,
porque sos vos y 
vos no estás acá.
Te vas y no estás 
porque no estuviste.

Yo no te conozco y te tengo,
si sos un sueño, sos este sueño.
Dejá de pensarme y pensarte
y acostarte y mirarme.
Tu mirada me desnuda 
y me nombra.
Y me llama y me despierta.
El contorno,
las pieles,
hay un solo contorno.

Lo formamos con dos cuerpos 
y dos almas y dos mentes.

Dos mentes.
 
   



Cecilia
http://mochiladecosas.blogspot.com.uy/
Me acuerdo que de pendejo con un amigo -que no tengo ni puta idea cuál era su nombre- gastábamos horas y horas de nuestras tardes tratándo de convertirnos en supersaiyajin. Sí, eramos unos pelotudos bárbaros; comprimíamos nuestros músculos con todas las fuerzas que teníamos en aquella época, y luego de veinte agotadores minutos nos mirábamos la cabeza el uno al otro para encontrarnos un pelo rubio, señal de que al menos un poquito nos estaba saliendo.


Recuerdo que habremos hecho esto unas 20 veces aproximadamente, hasta que un día se me ocurrió decirle que sí, que tenía un pelín rubio, acto seguido le pregunté cómo se sentía y me dijo que estaba todo exactamente igual que antes, hasta llegó a dudar un segundo de la veracidad de mis palabras. "Arrancámelo que lo quiero ver", me dijo; "No, vamos a perder todo nuestro trabajo si te lo sacás" repliqué -a esa altura del partido no podía confesarle que era mentira, yo quería que fuera un supersaiyajin-.
Fue una discusión de otros 20 minutos para luego dar por entendido que sí era un pelín rubio y que sí, estaba saliéndonos bien. Lo curioso es que veinte días después, ese vecino amigo mío se va, se muda del barrio y años después viene otro a vivir en frente que lo único que tiene en común con toda esta historia y con todo lo que les estoy contando es que le juega siempre al veinte negro a la ruleta.
Y yo quéde ahí, en el barrio, practicando, solo.
Hasta que finalmente me rendí, no se puede ser un supersaiyajin (ya no sé ni si lo estoy escribiendo bien, jamás pensé tener que hacerlo en mi vida).

Mis sueños comenzaron a ser otros, quise tener una banda -que obvio que su nombre eran las iniciales de mis, en ese momento, mejores amigos, tipo FeMaNi o cosas así- la banda nunca la descarté. pero obvio que ya no va a ser con Federico, Mathías o Nicolás porque no sé ni que habrá sido de sus vidas. Conforme a ir creciendo mis sueños se hicieron cada vez más pelotudos, a los 14 no tener granos, a los 15 que esa minita que me encantaba y que tantos somníferos le dediqué me diera bola, a los 16 que nadie me joda, y todo así hasta mis casi veinte años donde sueño con volver a creer en los supersaiyajins porque ya no creo ni en mí.
Esto en realidad trataba de hablar de mi año y bienvenir al 2016, pero me perdí y perdí tanto este año que me encantaría que se pierda en la memoria, como el nombre del otro niño con el que alguna vez soñamos juntos en salvar al mundo con nuestros poderes científicamente inexplicables.
Pero no, las cosas malas siempre quedan más marcadas dentro de nuestra cabeza, en nuestra historia y en nuestra alma; nada es permanente, pero molesta pila mientras está allí. Me encantaría poder aprender en mi día a día a ignorar más los detalles que me desarman y tomarme 20 segundos para pensar sin culparme, respirar y no creer que todo es mi culpa.
Pero andá a saber, quizás no me salga ser un adulto.
Lo que sé es que me descubrí una cana el otro día, y bueno, quizás 20 años haciendo fuerza sí eran suficientes para convertirme en supersaiyajin
"Ella veía al amor como la admiración plena y total sobre una persona, como si estar enamorado de alguien fuera conocer, admirar y acariciar cada pliegue de sus hemisferios.
En cambio yo, yo era un alma más pasional, para mí el amor no tenía lógica, ni explicación y la admiración incluso podía hasta ser una trampa provocada por los mismos sentimientos. Solo para arrastrarte más y más profundo a lo que sea que fuera eso.

Yo no compartía su concepto ni siquiera en el beso, para mí un beso no era una acción para felicitar, ni una muestra de aprecio.
Para mí el beso era mucho más que un apretujeo de labios y un intercambio de saliva, para mí -y perdón por lo estúpido que pueda sonar esto- era algo más profundo, para mí un beso era un abrazo entre almas. Una demostración de amor que no distinguía del bien, el mal no las concepciones sociales sobre cuan bien esté haciendo las cosas. Era ese pilar con el que no contás, un 'metele huevo que podes'.
Ojo, que por más que parezca pasional también tengo mis pautas lógicas, amar no es descuidar tu vida para dedicársela a otro; jamás, vos no podés amar a nadie sin antes amarte a vos mismo. Y creo yo que ese es el problema de las personas que 'no pueden amar', no se dan cuenta y buscan en otra persona 'lo que les falta' pero en realidad para amar no te tiene que hacer falta nada, justamente, hay un intercambio y vos no podes intercambiar necesidades.
Para amar tenes que tener algo que ofrecer y la necesidad no se ofrece.
"