Ella no le tenia miedo a las cuatro paredes de su cuarto, no le tenia miedo a su propio silencio, pues lo llenaba con su respiración, con sus risas al escuchar su musica favorita, con su llanto al leer una triste novela. Se despertaba cada día feliz de salir al mundo, de observar extraños. Parecía ser un alma llena de vida, era la sonrisa que se ve desde la mirada.Vive en su mundo en donde las palabras trascienden sean buenas o malas. Sabe lo que hay afuera, lo sabe bien, pero también sabe que una sonrisa puede hacer más que una crítica destructiva.

Ella sale sola, vive sola, disfruta sola. Toma su café favorito y lo disfruta sola, escribiendo, leyendo, pensando soñando. Ha aprendido a vivir cómoda en su propia piel, a amar cada parte de su cuerpo, ha aprendido a conocer todo de ella a sumar más a su vida, más alegría, más conversaciones, más minutos bien gastados, más cafés, más paseos en bicicleta, más caminatas bajo la lluvia.

Pero tiene ganas de dar su corazón de nuevo. No tiene miedo de dejar entrar alguien en su vida, ella quiere correr ese riesgo, esta preparada para que tarde o temprano y de la manera que sea alguien entre, la tome de la mano, pero no porque no pueda caminar sola, sabemos que ya lo ha hecho, sino porque quiere caminar acompañada. Pero ella no está incompleta, quien llegue no será su otra mitad; será su complemento.
El lento caminar entre las estrellas deslumbraba su bello rostro con la luz de la luna. Su tez, resaltaba solemne, apartada de tanta oscuridad. Sus ojos, brillantes entre albas y marrones, se extinguían y hasta desaparecían dejando apenas un pertinaz humo grisáceo, al son de lejanos casqueos de ramas ya consumidas.
Terminó atravesándome con su mirada, y fue cuando mis defensas no resistieron tanta dulzura, tras lo cual desplegué un suspiro… casi al mismo tiempo que él dejó caer su cabeza sobre mi hombro mostrando un hermoso cabello negro.
Quiso decir unas palabras, pero un incesante zumbido lo detuvo. Eran las nueve; hora de despertarse y dejar de soñarlo.
Sin embargo, él logra que me pierda en todo tipo de sueños; que sea inevitable recordarlo.
Es una belleza inquietante, pura y digna de aquellas personas que descolocan el aura de sólo pensarlas.
A eso le llamo amor. Él es sinónimo de amor, sin más que decir.
¿Pero saben lo mejor?
Su mirada es el zoológico que hace revivir mi estómago.
Sus labios son los que me hacen descender a la locura, o hasta las nubes de un nuevo paraíso desconocido; aquellos que a veces se vuelven realidad.
La belleza es un complemento que implica tantas variedades… pero él, una vez más, es quien las unifica a todas.
¿Es amor lo que siento?
¡Pero sí! ¡En realidad, el amor no es siquiera similar a lo que yo siento por él!
Las situaciones se vuelven raudas una vez más, pero me quedo en mi lugar esperando tu dulce llegada.
Entre suspiros y silencios, quiero que me leas.
¡Léeme a mí! ¡Léeme la mirada, lee lo que siento!
Mira como muerdo las estrellas cada vez que miro el cielo y bailo con la Luna mientras te pienso.
Mira cómo se funde el hielo al chocar con esos labios de la desidia que me pierden en frugales sueños inquietantes.
Mira cómo tu alma me penetra en el acné y convierte al tiempo en un flagrante fugitivo.
Pero es que yo no sé nada de por acá. Necesito a mi guía de siempre.
Necesito un despertar; un renacer lento.
Necesito del aire; necesito de mi musa para revivir y fusionar un par de almas en un frenesí lejano, pero existente entre dos almas que perduran para siempre.
Mientras tus gemidos conforman las notas que mis besos no pudieron interpretar cuando hacíamos el intento de una lujuriosa sinfonía juntos, tendrás que saber algo:

YO SERÉ LA DUEÑA DE LA TINTA Y EL PAPEL, PERO LA POESÍA SIEMPRE SERÁS VOS.
Elisa está sentada en el sofá mirándome fijamente. Sabe lo que hago, lo que miro, lo que toco. Mientras tomo lentamente mi taza de café, clava sus verdes ojos en mis ruidosos sorbos. Una gota de sudor corre por mi frente mientras el resto de la casa parece no percibir su enfermiza presencia. Quiero pedirle a alguien que la saque de ahí pero sé que nadie sabrá hacerlo, yo no puedo hacerlo.

Elisa me mira inmóvil, como esperando a que suceda algo y yo no puedo hacer más que intentar ignorar su presencia. Pareciera que no respira mientras a mi se me sale el alma del pecho. Su parsimonia penetra cruelmente y no me da paso a tranquilizar el ruidoso golpeteo de este inquieto sistema cardiorespiratorio. Intento mantener una conversación casi normal con quien me dirige la palabra y cuestiona mi mirada constante al sofá que ocupa ella.

Elisa se acaba de mover. Ahora me intimida más que antes. No puedo evitar sacudir mi cuerpo exaltado por la presencia entumecedora. Pierdo la capacidad de hablar, sus ojos embrujados se robaron mis palabras, mi puente hacia el mundo. Quiero advertirles de su presencia, intento mostrarles donde está, pero ya no escucho nada ni a nadie. Estoy expulsando sonidos agudos a través de mi garganta cuando intento decir su nombre, mis negros ojos se ven devorados por esas pupilas avasallantes.


Estoy todo frío y quieto, y Elisa se ríe.


¿Qué le importaba si se habían visto una, dos o mil veces? Sí, ya sabía, todavía no tenía derecho a tener sentimientos. Le quedaba un largo trecho por recorrer antes de poder tenerlos sin ser catalogada de intensa o de loca de mierda. Estaba ya cansada de estas reglas de las que nadie se hacía cargo impuestas por la desentendidamente llamada sociedad. También estaba cansada de que la dejaran. Cansada de que se cansaran de ella. Cansada de que nadie se pusiera los pantalones y le dijera flaca, ya fue; todos preferían ignorarla o decirle no, está todo bien hasta que estallara. Se había dado el lujo de creer por enésima vez que esta podía ser diferente y por enésima vez la habían defraudado. De todas maneras, después de un largo rato de deambular por su cabeza decidió seguir las reglas del juego. No sentiría. No esta vez.
¿Cómo estás? No te esperaba por acá, me tomaste de imprevisto...

Bienvenida a mi vida, como verás está todo hecho un desastre.
No te voy a mentir, no esperaba visitas, el timbre tampoco anda hace meses -creo que lo desconecté y me olvidé- y ya no miro por la ventana.
Me da un poco de vergüenza cómo está todo por acá, un desastre. ¡Todo tirado! Te juro que no soy así de desordenado.
Es lo complicado de vivir solo y no querer pagarle a nadie para que venga a acomodarte las cosas, mis imperfecciones están acá; en este paquete de papitas tirado, en esa media sobre la mesa, en esas cartas que nunca quemé.

Dame 5 minutos que limpio un poco, aunque sea para hacerte un espacio. Ya que elegiste pasar por lo menos dejame mostrarte las mejores partes de la casa, te juro que hay cosas buenas, no te dejes engañar por la fachada descuidada.
Solo te pido una cosa: tratá de no romper nada y hagas lo que hagas si vas a salir de acá no te lleves nada. Parece que las cosas que están acá no valen mucho, pero son muy dificiles de conseguir, la última persona que estuvo acá se llevó mis ganas de vivir y me costó un huevo encontrar unas nuevas.



Muere la noche insípida mientras el sol, celoso, se roba toda la atención. Mis ojeras atestiguan el cansancio que acarrea mi cuerpo, pero mi boca sonríe al saber que este esqueleto va a descansar plácidamente sobre mi cama abrigada en cuanto termine con los últimos papeles.
No puedo esperar a que llegue el momento de dormir y mi mano se tienta con estropear por completo la caligrafía para asegurar el proceso. Sin embargo, una voz sabia proveniente desde el centro cerebral se encarga de la situación e inmediatamente pone orden. Quedan dos cartas, una limpieza rápida y listo.
Para haber desperdiciado toda la madrugada, el saldo de 5 cartas que llevo escritas es bastante miserable, aunque no puedo negar que me pasé las primeras tres horas de silencio sepulcral fumando todos los cigarrillos que tenía, hundida en mi sofá favorito, mientras devoraba toda golosina existente en cualquier cajón de la casa.
El aire se espesó y el frío matinal amenaza con retirarse, por algún motivo siempre sentí que las mañanas son más gélidas que las noches, por eso siempre preferí dormir por las mañanas y disfrutar de los misterios que brinda la mágica noche; que ahora, muere. Todos aplauden al sol, lo glorifican, lo necesitan, la noche es ignorada, usada para perderse del mundo, incomprendida para la mayoría de los seres humanos.
Un pájaro rompe la paz que abrazaba la habitación con su aguda garganta sin gusto musical. Me genera un dolor de cabeza mayor al que ya tenía, y mi caligrafía quiere tambalear. Siempre me caractericé por tener la caligrafía más linda, desde que aprendí a escribir, tengo que mantener eso vivo hasta en las más ruidosas situaciones.
Los dedos de mis pies están violetas, todo por el maldito frío matinal que ya entró en la casa. No quiero limpiar, no quiero más nada. Solamente quiero ir a mi cama, taparme con mis frazadas y esperar a que nazca otra vez la noche.
Mis ojeras se suman a la súplica de mis pies y mi cerebro asiente, el cóctel está haciendo efecto y el piso comienza a girar, a pesar de todo logro llegar.
Recuesto la cabeza sonriendo;

- Veintiséis verdes y catorce blancas, sabía que con eso bastaba.  
El vacío se apodera de mi vida cuando no tengo con quien compartirla. Suena el despertador y no se que es peor, si ir a caminar por las calles repletas de desconocidos que no quieren conocerme; o cerrar los ojos para soñar cosas maravillosas que anotaré por alguna agenda y olvidaré en unos días, sueños raros que nadie escuchará.
Hay que amar hasta los huesos en esta vida, mis poemas se escriben con números y se los dedico a cadáveres consumidos por los años. Amo lo que hago pero no hago lo que amo. Y el vacío crece de a poco en mi interior. Se apodera de mis entrañas y me consume. Se roba mis noches de descanso y quiere que me llene de comida, que supla con carbohidratos la falta de cariño.
Y en mi defensa, me aferro a mis viejas pasiones, y voy rotando. Un día de vodka, un día de whisky, un poco de tequila, vino, fue, vaya uno a saber por qué. Entre resaca y pijamas hablo con algún que otro amigo cercano, aunque muy lejos de mi esté. Apartada del amor me sumerjo en las fuentes de felicidad instantánea y superficial, en el mundo de las pasiones, e intento engañarme a mí misma, aunque sin efectividad.
Una hora y media es todo el tiempo que tengo para levantarme, lavar las penas que se me pegaron a la piel, vestir esta soledad, peinar las fibras encrespadas de la peluca que recubre mis ideas; y por último, elegir la máscara con la que afrontaré este martes, que sabe a lunes y que está tan lejos del viernes.

Una cosa si se, y es que estoy mejor que ayer, que usaba amores baratos y de segunda mano para creerme querida. Largo es el camino y ya no corro hasta la meta, lento, constante pero seguro. Que el que mucho corre peligra a caer.  

Otra cena más, otra vez la lucha interna para que la comida se quede adentro de mí. Son incontables las arcadas que siento. Mi reina llorando dentro de mí porque la abandono, la abandonó por qué no puedo más vivir con ella porque me destruye y destruyo la vida de quienes quiero. Ya no quiero más esa vida solitaria donde cuentos calorías para vivir, donde el ingresas más de 500 calorías está mal para mi, esa vida donde no existe la compasión por tu persona, solo te mantienen vivas las ganas de estar flaca; que tus clavículas, costillas y huesos de la cadera sobresalgan. Esos interminables ayunos con ejercicio en exceso hasta que te desmayas y perdés la conciencia por horas. Esas miradas en la hora de la cena, esos juegos en los que vos no participas pero sos la atracción principal; el que traten de apostar quien tiene la razón de cuanto vas a comer esta vez. Esa mujer fría la cual no le interesa que te alejes de ella mientras que le siga siendo fiel a su reina. Esas interminables ganas de terminar con tu vida para no sentir más que esas peleas que te van destruyendo poco a poco el  alma que te queda. El dolor físico que te generas para compensar el dolor interno que tenés. Pero ya no soy esa, ya estoy bien, me veo al espejo y me veo esos kilos de más que en algún momento voy a bajar. Esas cicatrices en mi brazo que ya no se ven si no conoces mi historia, pero siempre van a estar ahí para recordarme lo que fui y quien soy ahora, esas marcas están ahí para que yo no vuelva a caer voluntariamente, porque ya entendí todo lo que está bien. Yo sabía que de un trastorno alimenticio a no me iba a morir, porque yo siempre pude pararme, siempre tuve esa decisión que se necesitaba para parar, siempre tuve un límite, porque siempre que miraba esos ojos verdes yo sabía cómo parar, para no ver la desilusión en ellos. De bulimia y principios anorexia no me iba a morir, eso siempre lo supe pero nunca tuve en cuenta esa depresión constante que me lleva con ella la bulimia, esa depresión si mataba si yo no paraba, si mi cabeza no hacia “clic”. Ese punto de retorno, el cual no muchas encuentran.





¿Alguna vez se pusieron a pensar si se estaban volviendo locos? Yo sí. Hay días en los que creo que me estoy volviendo loco, pero realmente loco. Incluso estoy a un paso de asegurarlo. Siento que estoy en el límite de la cordura. Aunque planteármelo me trae un poco de tranquilidad. ¿Un loco reconoce que se ha vuelto loco? Quizá sí, quizá no. Quizá algún día me conteste la pregunta.
Y como un loco en potencia, muchas veces me pregunté cosas que jamás le admitiría a los demás. Porque no hay nadie tan honesto o tan valiente, para revelar esos secretos oscuros a los que tememos o nos avergüenzan. Todos tenemos secretos que no le revelamos a nadie sin importar cuánta confianza tengamos o cuán desesperados estemos. Incluso nos cuesta asimilarlos a nosotros mismos.
Pero quizá sí esté loco y sea la locura lo que me lleve a contártelo hoy; no todos pero sí uno. Puede ser que en realidad sólo sea malo, aunque parezca bueno por no llevarlo a cabo. ¿Pero qué es lo que me impide llevarlo a cabo? ¿Ser bueno o que no se me haya presentado la oportunidad? Si lo pensé, ¿qué me frena en realidad?
Muchas veces, tantas que perdí la cuenta, me pregunté si llegado el momento, podría matar a una persona. Seguro vos también te lo preguntaste o te lo preguntaron; pero vos lo tomaste con la misma poca seriedad que una pregunta del cuaderno de la amistad. Yo le di mil y una vueltas, y se las sigo dando. ¿Sería capaz de privarle la vida a otra persona? ¿Por qué razón? ¿Con qué objeto? ¿Lo haría con mis puños? ¿Me arrepentiría?
Imaginé cada situación posible. Las sigo imaginando. 
Consciente e inconsciente. Por accidente. A personas que conozco y a desconocidos. De todas las edades. Porque peligraba mi vida o por simple odio. Porque era parte de mi trabajo o porque un juego de azar lo decidió. De cerca, de lejos, con arma y sin ella.
Me aterra.
Me aterra poder matar. Me aterra que pueda no importarme. Me aterra que sea uno de esos fantasmas que nunca te abandona. Me aterra que pueda gustarme. Me aterra no poder hacerlo. 
Me aterra pensarlo demasiado.
Que me aterre no lo impide y si no lo impide ¿realmente me aterra? Quizá sea un loco y por eso lo haga. Quizá quiero creerme loco por hacerlo porque no quiero aceptar que puedo llegar a ser de esa forma. ¿Eso quiere decir que soy malo pero no quiero serlo? ¿O quiere decir que no quiero que los demás me vean como malo aunque lo sea? ¿Alguna vez se pusieron a pensar si se estaban volviendo locos? Yo sí. Hay días en los que creo que me estoy volviendo loco, pero realmente loco.

Así solo logras dañar, no coses heridas, solo las mueves.
No suturas herida alguna sin un hilo en la aguja con un nudo en la punta.
Tu no tienes hilo, solo la aguja y sin ella dispones solo de tu voluntad para cerrarla pero solo eso... una intención.
Pero, ¿para qué? Intentas, o dices que intentas cuando solo pinchas alrededor de la herida con todo el amor del mundo, mas ese amor es hacia ti mismo. Con temblorosas manos pinchas. Te tiemblan con tal fuerza que rompes toda escala. Edificios hermosos reducidos a escombros.
¡Ja! Como si pudieras hacer eso. Como si tus temblores tuvieran tal fuerza. Por suerte solo te da para tirar alguna ventana y ser temido por pavadas. Como quien teme a una araña patona.
Por suerte tu virtud es observar y entender, sino pobre del que se te acerque. Eres un niño con un palo puntiagudo. Solo eso.

Lindo niño
de pardos ojos,
grita al ruido
hasta aguar tus ojos.
Mete lío
donde calle el fuego.
Juega a brío
mirando al sol
aunque él dé frío
y te quedes ciego.


EL Simple humano