Así me desangro; sin mirar la herida.
La siento sangrar pero no la miro. La cauterizo con un hierro tan rojo como la misma sangre... pero no la miro. A veces me quemo en otras raspaduras pero sin mirar a la que importa, a la que más sangra.
"¿Cómo me la hice?" me pregunto, pero no lo recuerdo. Veo la sangre pero no la herida y cada vez que me acerco a mirarla ya la tapé antes con la mano para que deje de sangrar. Me río por esto y sigo con lo mismo para volver a repetir una y otra vez lo que, una y otra vez, me reprocho que hago.
En sueños la entiendo, sé que la hizo pero apenas despierto y la miro tiene una curita. Y y mientras escribo esto me doy cuenta de... nada; sigo en blanco. Sigue siendo un misterio quien la hizo, también porque sigue abierta o por que el escozor dulce de las bellas hormigas al picar me hace rascarme ahí y así continuar sangrando.
Solo sé que soy yo quien la mantiene abierta.
Me interesa aclarar a quien me lea, antes que nada, que esto es una concepción personal.
No pretendo que la compartan ni que la entiendan, de hecho no pretendo ni siquiera que lleguen al final del texto -y solo así entenderían lo que quiero decir-.

Hace mucho tiempo ya que tengo este sentimiento trabado, durmiendo en esa cavidad imaginaria que ubico entre mi cabeza y mi garganta.
Escapa a mí poder expresarlo hablado sin sentirme como un pelotudo, por eso lo escribo y en realidad me sigue dando un poco de vergüenza desnudar algo tan personal en un medio tan público. Pero lo hago porque necesito refugiarme en mis propias palabras, no espero que me entiendan porque necesito que lo hagan.

Voy a ir al grano y luego explayarme sobre eso

Hoy estaba tirado procrastinando con el cielo de techo y me desayuné de una realidad que destrabó ese sentimiento adormecido al que hice referencia hace no muchos párrafos arriba, sin más, mi pensamiento -o lo que recuerdo de él- fue más o menos este:

"Tengo miedo de ser viejo, pero no cualquier viejo, viejo según mi concepto de viejo. No quiero seguir el sendero de mi linaje.
Me aterra la sola idea de llegar, no sé, a los 50 años y que lo único que haya logrado en mi vida sea la comodidad material.
No nací para vestir el prejuicio publicitario de nadie. No quiero que mis únicos logros en la vida sean tener casa propia, hijos, un perro y un limonero en el frente.
No nací para que mi único objeto de orgullo sea un vehículo con un montón de comodidades que nunca voy a usar.
No me sentiría cómodo ahorrando toda mi vida para comprarme una casa en la playa.
No quiero graduarme, tener un buen sueldo y aportar a la caja de profesionales para el día de mañana poder jubilarme un poco más cómodo y sentarme a sollozar una tarde cualquiera sobre el rumbo que le dí a mis cosas. Tengo miedo de ser igual que todas las personas que conozco
".


¿Qué quiero decir con eso? Quiero decir que no reniego de tener comodidades materiales, que obviamente me encantaría tener mi propiedad, alguien que me haya acompañado toda mi vida, un título en la pared (seguido de algunos reconocimientos), una mascota fiel y cuatro ruedas que me permitan moverme.
Pero siento que lo quiero porque me lo sugirió una construcción humana, siento que el señor encargado de marketing de Ford, Audi o la marca que se te ocurra sabe más de mis necesidades que yo; porque él las inventa para poder conservar su puesto de trabajo y darle de comer a su familia. Familia, que a su vez otra concepción social -previa a lo que yo pueda llegar a conocer- le sugirió que tenga.
O quizás no tenga familia, quizás solo quiera una casa en Cancún, porque así se lo vendió una empresa de turismo, porque la belleza es real, pero nuestra percepción sobre lo bello es inventada.

Pero ahí solo expresé mis miedos, seguido a eso -y porque con toda acción, siempre ocurre una reacción igual o contraria- también me desayuné de lo que quiero y para hacer las cosas justas y equitativas también guardé registro de eso:

"Quiero y por más que parezca ambicioso, soñador o utópico; quiero dejar una huella y sentirme bien con ella. Quiero imprimir mi nombre en la historia, quiero marcar a fuego quien soy y retratar a la perfección el volcán de inspiración que erupciona en mis divagues y me siento a ver pasar; de tal erupción solo llego a retratar la nube de cenizas para cuando me siento a redactar.
Quiero poder descubrirme y conocerme, tener tiempo para llorar, gritar, patalear e incluso imaginarme realidades paralelas que sean dignas de una película de ciencia ficción. Quiero no tener que reprimir mis ganas de jugar aunque tenga 20 años y que mi estado de ánimo no lo defina una cuenta bancaria o una factura impresa manejada por personas cuyo apetito es tan grande que luego de comer tienen incluso más hambre que antes.
Quiero poder ser libre en mi esencia y hacer lo que me gusta, poder ser feliz sin depender de la aceptación de nadie y sin tener un juicio ajeno.
Se me cae una lágrima al mirar al cielo y no poder comprender lo grande y pequeño que es el mundo a la vez.
Quiero poder dormir tranquilo cuando el sueño me abrace y no tenerle miedo a las realidades que yo mismo permití que me excedieran
A veces me molesta que quieran meterme a la fuerza una visión tan básica de la vida, no nací para que me paguen con un porcentaje de la vida que estoy dedicando a beneficio de otra persona; no quiero pasar una semana entera mirando el calendario para gastarme los pocos pesos que hice con mis amigos yéndome en excesos necesarios para olvidar todo el estrés semanal y tener un rato de euforia. Y tampoco quiero que una versión más adulta de mi se pase meses ahorrando papeles para poder darme el lujo de conocer otra cultura y conocer un poquito más del mundo, pero claro, todo siempre sin salirme del panfleto comercial.
Mi propósito en la vida no es seguir el linaje de consumo, puedo hacerlo si quiero y no juzgo a quienes lo hagan; pero no creo que esa sea mi función, ni la de nadie.
"


Bien, ahora que acabo de escribir esto en realidad me molesta un poco no poder plasmar lo que siento con exactitud, siento que te falto el respeto a vos que estás leyendo. Quiero que sepas que hay mucho más detrás de lo que dije, que espero puedas haberlo entendido por tu cuenta.
Sin dudas nacimos para un propósito mucho más grande que pagar cuentas y tener suficientes bienes materiales como para pertenecer a cierto estrato social; cada uno puede hacer lo que quiera, yo estoy negado a eso.
Aquello que yo considero mi propósito prefiero reservarlo como algo personal; pero esto se lo regalo a quien quizás esté en una situación similar y necesite encontrar refugio.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Sigo inhalando y exhalando pausadamente mientras soy consciente de mis respiraciones. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Otra vez la misma pesadilla, ya he sufrido un mes entero y mi subconsciente no se calma. Puedo guardar un tesoro pirata en la hendidura de mis ojeras, completamente ennegrecidas por la falta de descanso.
El vacío de la habitación me hace más consciente de la soledad en la que vivo. Con razón en mis sueños no tengo quien me socorra, no se a quien gritarle por ayuda, soy solo yo contra el mundo y el mundo claro que me alcanza y me destroza sin piedad. Me aferro fuerte a la almohada para sentir un mínimo grado de protección, casi en vano.
A medida que mi respiración se tranquiliza, mis latidos aumentan porque mi mente se inunda con su nombre. Recuerdo la última vez que me deleité con los graves de su voz y su acento tan particular, fue hace ya tantos años que probablemente mis recuerdos difieran casi por completo de la realidad. Igual me creo la mentira, simplemente porque es hermoso creer que reproduzco sus palabras en mi cabeza, que lo traigo pegado a la piel. Hace ya cinco años que no escucho palabra alguna salir de su boca, y aún creo que lo oigo en algún lugar quizás un tanto remoto de mi cerebro enamorado.
Nunca su piel tocó la mía, pero sus ojos navegaron por mi alma sin piedad, que quedó al descubierto cuando mis pupilas se entrelazaron con sus pensamientos.
Me maldijo alguna bruja con la perdición de la esperanza, y es por eso que aún después de siete años no puedo dejar de creer que mañana será el día en el que nuestros corazones se acaricien intermediados por nuestros labios.
Su sonrisa no era perfecta, la mía menos, pero su expresión de felicidad me llenaba la boca de aire y me hacía mostrar estos dientes desordenados. Si me esfuerzo lo suficiente, siento que escucho como contagia el aire con su alegría, con sus chistes y sus bromas sin sentido.
Su metro noventa, su pelo alborotado, sus manos grandes y masculinas, sus piernas fornidas, su pecho amplio, su belleza extrema e ignorada por todos quienes lo rodeaban. Y en mi mente él no es él, y lo se, mi rockero, mi deportista, mi cantante, mi guitarrista.

Cierro los ojos y pretendo conocerlo, me descubro aceptando que no es quien habita en mi mente y que posee más defectos y menos virtudes de las que quiero admitir, y fatídicamente me encuentro igual de enamorada que cuando la pesadilla me despertó abruptamente; o cuando lo vi por última vez, hace dos veranos; y quizás más nefasto aún, lo quiero mucho más que cuando por primera vez lo vi caminando por la ciudad, a mis cortos y hormonales doce años de edad.  
Me retiro, tiro la toalla, me doy por vencida, me rindo. No soporto más, y lo peor de todo, no me soporto más. Mi lucha constante hacia nada, esta acabando conmigo. Mi salud necesita, bueno no se muy bien lo que necesita. No tiene sentido estar luchando por algo que no lleva a ningún lado. ¿Cómo se hace para llenar tu día gris de color? ¿cómo se hace si la lluvia te hace sentir débil, vulnerable? Y al sentir esa sensación miles de recuerdos te explotan en la cara.
Quizá el secreto está en mirar con más atención. Mirar cerca, más cerca, tan cerca que lo nublado se empiece aclarar. Porque después de esos días grises te das cuenta que sólo es un mal día, no una mala vida. Y sería de locos odiar los días grises, sabiendo que después, tarde o temprano, la claridad volverá.




Despierta ya, nena.
Fue solo un sueño.
Un sueño de amar
o de miedo.
Un sueño de los intensos.
Deberías entender
que faltan muchas cosas
por entender.
Pero es tanto
y es tanto vivir.
Es tanto el cansancio
y la paz y el no entender las cosas.
Y el llorar y el bailar.
Hoy bailaste, nena, otra vez.
Esos pies y esas piernas
que danzan y se entregan
al sentir.
A esa libertad,
que son todas las libertades.
Son un conjunto de mares
y sombras que se conocen.
Y otra vez entendiste.
Y soñás y te despertás
y danzás, y amás.

Cecilia