Abrí los ojos y sobre mi retina se posó todo aquello que se hacía llamar real.
La imagen fue demasiado disonante como para poder digerirla con normalidad, volví a tierra y se vé que no estaba durmiendo mientras soñaba, estaba en plena acción.
En mis manos un tramontina de mango blanco empapado en sangre que no me pertenecía, pero que de todas formas iba a clamar como mía, éste hasta se veía lindo cuando en determinada posición la luz golpeaba sobre él y reflejaba en su cara.  Cara que por cierto no reconocía ni había visto antes; juro no saber como llegué a esa situación, pero no voy a negar que la estaba disfrutando.
Tomé unos segundos para entender lo que me estaba sucediendo y acto seguido dí un suspiro más profundo incluso que mi propia depresión.
Clavé mi mirada en la suya y mi cara no denotaba ninguna emoción, era ilegible; hasta que involuntariamente el eje de mi cabeza se movió treinta grados sobre mi hombro derecho -sin apartar mis ojos de sus córneas- y con ello se me escapó una carcajada producto de los nervios que estaba padeciendo. 
¿Y su expresión? No puedo describirla con exactitud, era de esos sustos genéricos, por más de que sea una vida; no deja de ser un extra secundario en la historia de mi vida.
Pero si recuerdo lo que despertaba en mi ser ¿Te acordas esas tardes de adolescente que pasabas mirando a alguien a los ojos y solo podías sentir los relojes derritiéndose? ¿Sentís ese cosquilleo en la panza que no sabes si es vértigo o amor? Bueno exactamente eso, estaba enamorado de esa situación. La persona no me interesaba, no recuerdo su nombre, ni su sexo, es más creo que ni siquiera puedo escarbar en mi cabeza para tratar de desempolvar si era jóven, infante o vieja.

Recuerdo que lo único que le dije -además de las clásicas advertencias sobre el ruido y lo inútil que era pretender ayuda- fue: "Esto no es personal, no tengo nada contra vos, pero tampoco nada a favor y por eso no puedo permitirte salir vivo de acá. Espero sepas comprender la naturaleza de todo esto, no me gustaría caer preso y no creo que soportes los traumas que puedas fabricar, te estoy ahorrando un montón de guita en psiquiatras y fármacos que de todas formas van a derivar en que te cuelgues de la cuerda más áspera y gruesa que encuentres".
Acaricié su pelo, lo olí y me tomé unos segundos para sentir la textura de su piel, todo esto con los ojos cerrados -aumenta mucho mi capacidad sensorial-, sentía su miedo y me alimentaba de él. Pero no me estaba complaciendo del todo, así que probé darle un poco de emoción enterrándole el tramontina entre los tendones de su mano. Debo admitir que un poco funcionó, sus gritos me llenaron de placer otra vez, esta vez no era tan intenso de todas formas, puede ser comparable con el placer sexual. Pero fue solo un golpe de adrenalina, a los pocos segundos sus gritos comenzaron a cansarme y ese sudor que le corría por la frente indicando nervios comenzó a darme asco, así que decidí probar otra vez y otra vez, y otra vez. Y así, 36 veces. Sentía como vibraba la sierra del cuchillo al desgarrar la piel de refilón. 
¿Sabías que ese cuchillo lo van a usar luego mis hermanas para prepararse el desayuno? ¿Tendrá la desesperación gusto a mermelada? Le pregunté a la nada y cuando quise recordar ya estaba cayendo otra vez al suelo




Los vestigios de la familia feliz aún rondan en mi memoria, pero nadan confusos en las olas de la realidad actual. A medida que camino desato la red de mentiras que me mantenían apartado.

Evidenciar los problemas en una cena de tensiones es mala idea, pero no soporto seguir así y hacer la vista gorda. Lo lamento por los ravioles con tuco.
Alzo el vaso de requesón con agua y propongo un brindis porque la TV nos ahorra silencios fúnebres a cambio de charlas superficiales en la mesa. Los mayores me miran estupefactos. Continúo mi discurso con sabor a bilis sin dejarme interrumpir, aunque es tarea difícil. La cabeza de familia parece hacer el mismo ruido de la caldera y la mujer oficial mira la escena con horror; las pinzas de hipocresía que mantenían la estabilidad de la familia dejan de existir.
Y continúo sin detenerme a pensar demasiado en lo que estoy haciendo. Ya está, no hay marcha atrás. No hay forma de salir bien parado a esta altura, no hay excusa para detenerme y arrepentirme.
Se escucha el vidrio hacerse añicos y el llanto desesperado de una madre cuando su crío peligra. El olor a alcohol invade mis fosas nasales y la respiración del ser que aportó la mitad de mis cromosomas se siente especialmente caliente, pesada y nauseabunda. 
Mi cuerpo duele. 

https://41.media.tumblr.com/564aba59728bcb6e5db76d2ff0921609/tumblr_o3icbcAF281vnpb1no1_500.jpgLe doy una pitada al cigarrillo que ni calma la ansiedad, ni permite el olvido, ni cambia la miseria que vivo y siento. Simplemente me hace más grande el agujero del bolsillo pero ya me entregué al vicio y no tengo voluntad. Río amargamente mientras observo al tiempo deteriorar lo deteriorado, al falso superhéroe que terminó siendo el villano. 

—Estoy volviendo con mi ex.
—Ah.
¿Qué querés que te diga? ¿Qué poronga querés que te diga? ¿Bien por vos? ¿Te felicito? Te mandaría a cagar, mirá. Debería. Eso dicen todos. No lo hago porque no lo siento (y porque no tengo ni llegué a tener nunca la potestad ni el lugar para hacerlo). No estoy enojada contigo. Ni triste. No somos ni fuimos nada. Me da un poco de lástima y todo. No lástima por vos, que sos un tipo inteligentísimo y lindísimo que vale mucho la pena. Lástima por eso que no va a funcionar. Por algo las cosas se terminan. Años la esperaste, decís. ¿Posta? ¿Posta esperaste años por una mina a la que por h o por b nunca le pintó aparecer y en cuanto aparece volvés? Yo qué sé. Qué querés que te diga. Querete y move on. Las cosas se terminan, macho. No sé cómo fue la historia, nunca me la contaste y mejor porque si hay un tema del que nunca me gusta hablar son los ex. Será porque no tengo y un poco, ahora con razón, me preocupan las del otro. Capaz hubo mil idas y vueltas. Capaz la mina es la mejor del mundo y te hace feliz. Capaz es una mina común y corriente con la que seguís enganchado por toda la mística alrededor del primer amor. Espero por el bien de mi autoestima que por lo menos sea la propia. Espero que te funcione. Espero que te salga bien porque si estuviste más de un año tratando de levantarme para dejarme en cuanto apareciera esta mina, que por lo menos te salga bien. Y menos mal que no llegué a meterme en ese mambo. La gente con asuntos pendientes no es para mí.
Podría escribir páginas sobre tus ojos grises, pero prefiero mostrar tu alma.
Te encontré un día volando, a los gritos, dejando este lugar gélido donde hoy nos encontramos. Llevabas en tu cara esa risa que casi nunca borras, tu voz, todavía un poco aguda y desafinada, y tus dos espadas con las que remas la vida. Inseparables, ineludibles, gigantes, simbióticos nos volvimos; aunque no sabíamos por qué. Pronto casi todo en vos cambió. Dejaste tu inocencia atrás, tuviste que, casi la olvidaste, y a mi me tocó ver como ese cambio corrompía todo lo que quisiste alguna vez. Perdiste sueños y emociones, los reemplazaste por mentiras y paseos a otra dimensión. Cambió tu meta, pero tu medio siguió siendo el chiste fácil, la propuesta imposible, la mentira grotesca que rozaba -más bien pisaba, atropellaba, le pasaba con un
tanque de guerra por encima- a la vulgaridad.
Aún sin tener donde pisar supiste ayudarme a elegir a dónde tenía que ir. De a poco intenté buscar más atrás de tus chistes sobre todo, y mientras me iba enamorando de tus ganas de mejorar mi vida, lo encontré. Te encontré. Estabas roto, estallado, hasta tu última célula se había reducido a
polvo. Tratamos de arreglarlo, de reconstruirnos a besos, haciendo el amor con la mirada cuándo comíamos, o hablábamos, o cuando me agarrabas la mano en la mitad de la película. Ya perdí la cuenta de los abrazos que mojamos con lágrimas.
 Nada funcionó. Ese alma ya estaba devastada hace tiempo. Su real alegría fue muriendo en paralelo al crecimiento de la mía. Y que egocéntrica fui, pensaba que solo yo era suficiente para sanar daños de más de una década.
Hoy en el medio de esta montaña de recuerdos enterrados en la nieve, los dos sabemos que no logramos más que hacer lo peor. Que en lugar de curarnos, agrandamos las heridas y sumamos nuevas. Que dijimos lo peor y no nos arrepentimos. Todo lo que pudo llamarse "nuestra historia" terminó en dolorosos sablazos de honestidad de los que prefiero alejarme, porque yo ya no tengo un papel en esta obra. Entre escalofríos me acuerdo de cada caricia, cena y risa, pero ya es tarde. No puedo arreglar lo que rompí, ni puedo confiar en vos; no puedo contarte mis defectos, ni escucharte contar historias de cuando tenías 4. Me pone muy triste ver que seguís igual de destruido pero cada vez con los pies más en el cielo que en la tierra; pero me revienta saber que mentís sobre tu felicidad, porque yo te conocí feliz, y sé que no eras así.