Todos tenemos una Ana en nuestras vidas,
pequeña,
grande, incondicional
omisa.
Ana es tu otra parte viva,
el complemento
que permite
tu funcionamiento

por defecto.
Aunque tu Ana no esté presente de cuerpo y alma,
aunque tu Ana no tenga conexiones afectivas visbles,
aunque ni Ana ni vos sepan,
 ella es tú Ana;
 todos tenemos una.
Su alteración
puede causar el desmoronamiento más grande de tu vida,
y de ahí
vas a tener que salir
   ¿cómo?
                                                                                             Eso ya es tu problema.

¿Qué pasaría si les digo que Dios -como la iglesia católica lo reconoce- fue youtuber? Yahveh42 era su canal. Usaba dubstep royalty free y hacía gameplays del maincra.
Si les digo que Osiris además de ser una marca de botitas de gusto dudoso, era también tuistar -pero de esos que roban tuits, tipo @cositodelapizza, que como tienen un montón de seguidores más que vos no podes decirle nada sin morir en el anonimato-.
¿Y si les digo que Venus no solo era una diosa del Olimpo? Era de esas fitspo de Instagram -las que suben fotos de comida sana y abdominales recubiertos de una piel hermosa sin filtros del Vsco- de belleza envidiable y una patada de seguidores. Cuentan las malas lenguas que para las fiestas tenían contrato por publicidad con Faisán, que para ese entonces ya estaba haciendo vinos y las primeras movidas publicitarias fueron con ella.
Thor además de ser una cara visible de Marvel, era viner, pobre luego tuvo que reinventarse y ahora lo ves #TirandoLaPostaEnQuinceSegundos.
Rá era de esos que comparten imágenes morbosas en Facebook de niños con protuberancias dignas de Discovery Channel, de esos que piden un amen para este luchador y te muestran a un muñón obrero o te regalan las vírgenes de la suerte, cuya promoción solo se activa luego de que la compartas en tu muro; inventaba sorteos y cadenas al estilo hola mi nombre es Teresa Fidalgo y hoy estoy cumpliendo años. El favorito de mis familiares más viejos que recién son bebés de pecho en internet.

Claramente todo esto no es real pero ¿Qué pasaría si te digo que esto -en mayor o menor medida- está pasando?


¿Qué tan lejos están Germán Garmendia o ElRubiu5 de ser deidades? No tanto como crees.
Razonen lo siguiente conmigo:

Personas normales que por alguna razón inexplicable alcanzan el status, la fama y el poder. Son personas que prendieron su cámara por ocio y actualmente lo hacen para comer.
Nosotros -no me incluyo- vamos fielmente como a misa los domingos cada vez que alguien de ésta calaña -no necesariamente ellos- sube un video. Dejamos nuestro like que es un como nuestro diezmo y disfrutamos su lo que ellos nos dan; ni siquiera vemos el video antes de hacerlo, ya sabemos que va a estar bueno; solo nos llega la notificación, abrimos de un impulso y a ciegas dejamos nuestro like antes de dar play.
Y una vez termina su contenido, nos vamos a profetizar su palabra a otras redes sociales, a otros ámbitos sociales. Pretendemos que los demás compartan y entiendan con el mismo fervor lo genial que es su imagen. 
Tratamos de cruzar fronteras y a los seguidores de nuestro antagonista le hacemos entender que nuestra palabra es mejor, que lo suyo es una vil imitación de quien verdaderamente tiene #LaPosta; cual inquisidores nos movemos en bloque para hacer pesar más nuestro punto.
Somos un fandom, somos un ejército dispuesto a destripar la moral ajena, solo para demostrar gratitud a quien tan felices nos hace desde el otro lado del monitor, solo porque nos regala el lujo de no pensar y somos adictos a ello. 

¿No les parece haber visto esta historia antes? Con cualquier creador de contenido pasa algo similar, desde música hasta bajarle los pantalones a la gente en la calle produce reacciones en la gente. Y éstas son bien diversas; desde amar y no entender como puede existir una persona tan increíble, hasta indignarte con su éxito injustificado.

¿Por qué pasa esto? Déjenme explicarles una teoría que tengo sobre la mente genérica 'fan': 

Primero: vamos a ver lo más evidente, el promedio de edad de las personas que entran en ésta categoría va de los 12 a los 17 -en casos más extremos llega hasta los 19/20-
¿Qué nos dice este dato? Que es algo que pasa frecuentemente en la adolescencia, una etapa de cambios, de crecimiento; donde buscamos mentores y referentes, donde nos proyectamos hacia quien queremos ser.
No vamos a olvidarnos del factor hormonal, que también juega un papel muy grande en todo esto, pero eso lo voy a explicar en 5 minutos.
Con 'buscar mentores' me refiero a que todos en la adolescencia mal o bien nos apoyamos en la imagen de alguien más para crear la nuestra; crecemos acorde a lo que nos gusta y bueno, de ahí vamos madurando o no (eso son elecciones personales). Necesitamos sentirnos identificados con algo.

Segundo: algo no tan evidente, que también está incluido dentro de las cosas que acarrea la adolescencia y que ya nos marca en qué sector del salón de clase pasa, es lo siguiente:
Necesitamos sentirnos incluidos, necesitamos esa sensación de pertenencia, queremos ser parte.
El 40% de los 'fan' se ubica dentro de ésta categoría. Son los raros, que se sienten en la línea Divergente®, los diferentes, los de pocos amigos en el mundo real. 
Un ídolo es un tema en común para hablar con alguien, es la chance de hacerte un amigo y un amigo reduce la posibilidad de sentirte solo.
Un fandom, no solo es un grupo de Facebook, es una casa y que te abran las puertas es hermoso. 

Tercero: hablemos de hormonas, se los había prometido hace 5 minutos y es el punto más interesante.
En esta etapa de la vida estamos con la libido (calentura) pegándose contra las paredes de nuestra piel, nos resulta fácil que algo nos excite y nos gusta apreciar la belleza. Nos gusta fantasear con esa idea de belleza y nos complacería mucho más poder probar un poco de la misma, nos encantaría eso.
Acá es donde nos dejamos meter los productos publicitarios, donde se marca la verdadera línea de si algo tiene éxito o no. Donde ves si a tu fé te corresponde el vaticano o una tribu olvidada en alguna isla de Oceanía que no conoce nadie.
Compramos con los ojos el 70% de las cosas, el contenido tiene más fuerza si lo hace alguien que además de creativo, tenga la particularidad de ser lindo.
Vuelvo con el tema de las hormonas, además de que nos gusten y nos calienten las cosas lindas; nos queremos abrazar de la idea de que son posibles para nosotros y por eso necesitamos demostrar amor o reconocer los méritos de esa persona, con la ilusión de que algún día esa persona nos reconozca a nosotros. Te vas enamorando de quien te está vendiendo.

Cuarto: la línea alternativa. Quiero dejar bien en claro que si mi mente trabajase en modo fan, sería una viva descripción de esta categoría.
Muchos de nosotros nos consideramos diferentes, lo somos y se lo queremos demostrar a todo el mundo en cualquier aspecto de nuestra vida. Nuestros gustos obviamente no iban a estar tan alejados de eso. No nos gusta lo que a todo el mundo, si bien seguimos personas que son mundial/regionalmente conocidas buscamos a los que son más 'diferentes', para que nadie se olvide que nosotros también. Nos gusta mucho lo que no entendemos, porque algún día lo vamos a entender y compartimos a rajatabla lo que diga otra persona que medianamente parezca normal, pero claro, que sea diferente, bien diferente. Este tipo de fanatismo o categoría -ya no sé ni como es que estoy definiendo esto- es el que suele entregarle más poder y ser más influenciables por sus 'ídolos'.
Con frecuencia se suelen indignar cuando su dios se hace conocido, son los fans que estaban cuando recién arrancó esto y no soportan a los que están por moda, más o menos lo que me pasa con tøp.

Quinto: "Me gusta lo que le gusta a todo el mundo, porque está bueno, qué se yo".
Este es el tipo que más me gusta, es el que sigue a mil personas, todos son 'capos' y 'grosos', suele llegar a las cosas por casualidad o porque alguna persona que le gusta comparte eso y para tener algo que decirle consume lo que le gusta. Son los influenciables, los que llevan tu bandera incondicionalmente aunque no tengan ni puta idea quien sos. Son los mejores, porque son genéricos en serio. Son los que tienen la personalidad menos marcada, pero quienes más la intentan demostrar.
Con frecuencia son los que se terminan tatuando cosas re bizarras el nombre de sus ídolos, su programa o -cuando son más grandes- slogans políticos. Sí fuera un amigo tuyo, sería ese que es medio pelotudo pero buena gente.

Sexto: Te amo, te amo, te amo. 
Es el más fácil de explicar, les gusta tanto lo que siguen que necesitan hacerlo saber todo el tiempo y además viven con la esperanza de tener una interacción o un encuentro con su ídolo. Son las que se desesperan cuando determinada persona las sigue en Twitter. Porque al menos al hacer click en tu perfil, tu ídolo ya sabe que existís. Generalmente son personas con mucho amor para dar y poco lugar para depositarlo, suelen olvidarse de todo ese amor desmedido cuando en su vida superan ese bache y tantos 'te amo' solo sirvieron para desmerecer la palabra.

Séptimo: no existe la mala publicidad y por eso mismo no podemos olvidarnos de nuestro antihéroe, de nuestros satanistas. El hater.
Es ese que te odia con tanta convicción que ama el hecho de que existas, porque así puede tirarte mierda. Es generalmente el primer culpable del éxito. Son esos que te toman de meme, que se ríen de vos y no contigo. Porque creen que esa es una forma de faltarte el respeto, de mostrarle a los demás lo contracorrientes que son.
Sobre ésta categoría jamás profundicé mucho ni me puse a masticarla demasiado, me parece tóxico, solo son lo mismo que el "Te amo, te amo, te amo", pero a la inversa. Es el ateo que quiere que todos entiendan que dios no existe, que es todo inventado. Pero si la religión no existiese, su posición tampoco.

Y bueno, como me gusta el número 7 creo que podría dejarla por ahí. Pero ¿Van entendiendo lo que les quiero decir?
Nos fascina crear dioses, nos encanta idealizar personas. Por suerte ahora son humanos, pero ¿Por cuánto más?

Esto originalmente era un speaking preparado para postularlo en el SocialMedia Day de Uruguay o en las charlas TedX Montevideo. Pero bueno, perdí el archivo, también tiempo -se me pasó la fecha límite para ambas-. Pero lo que importa es que lo traté de reescribir como una entrada de blog, espero me haya salido bien y bueno, me quedaron muchas ideas más por expresar porque creo que merecen más atención de la que le pueda dar en este texto. Gracias por leerme, Martín.